lunes, 25 de abril de 2011

Editorial del 22 de Abril


Por Eduardo Latino.

Estoy tirado en un colchón en medio de aquello nombrado como desierto. Limite adentro entre San Juan y Mendoza y la montaña que a flor de piel se acerca a las faldas de la jarilla y el retamo. La mañana amanece con una explosión. El olor a pólvora se enreda entre chañares y algarrobos. El aroma a Potosí cubre la precariedad de las vidas en las montañas. Naturaleza naturalizada al despojo. El filósofo Adam Smith, uno de los padres del capitalismo, planteaba ya en el siglo XVIII que la libertad de mercado, donde los Estados no intervengan en la vida económica aseguraría mayor riqueza a las naciones. Desde esa perspectiva las voces se multiplicaron y la matriz de pensamiento extractivista fue en aumento en América Latina. El escritor peruano Mario Vargas Llosa, último Premio Nobel de Literatura, inauguró la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires y sus críticas al populismo latinoamericano, en particular sus dardos apuntan al gobierno nacional. Sin embargo, el mismo escritor nos acorrala en la falacia de un liberalismo puro, casi sin contradicciones. Liberalismo que depreda a la vez que oculta la ideología que le da vida. El extractivismo, con la megaminería y los agronegocios de la soja trangénica son el negocio que permite sostener un modelo de saqueo y contaminación. Dentro de esta lógica predominante en América Latina, ni Vargas Llosa ni muchos de los gobiernos nacionales de la región, incluso el gobierno nacional ponen freno real a esta expoliación sistemática quele costó la vida a José Martí, Tupac Amaru, Tupaj Katati, al Che, a Dario Santillán, a Teresa Rodríguez y tantos otros. La dinamita vuela el cielo mientras el colchón como una picana sobresalta la mañana en eso que llaman desierto, pero que no lo es.
 

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